La cultura del fracaso

Cada vez son más las veces que entre jóvenes y, en según qué campos, se habla de la aceptación del fracaso como vehículo de aprendizaje. Pero ¿aceptamos realmente nuestros propios errores? ¿y los ajenos?

Parece ser que en sectores en los que la creatividad y la innovación son el “core” del negocio, el fracaso se percibe como una parte intrínseca al avance. Ensayo y error. Como decía Edison, “encontrar 999 formas de cómo no hacer una bombilla hasta dar con la correcta”.

Desde hace casi 9 años, desde EN CLAVE DE SOL organizamos lo que denominamos FuckUp Nights. Unas tardes en las que invitamos a 3 personas emprendedoras, bien trabajadores por cuenta propia como ajena, a que compartan con el público sus mayores fracasos profesionales.

Y tras haber escuchado más de 60 historias descubro varios puntos en común con los que os invito a reflexionar:

 

¿Es necesario emprender por cuenta propia para ser un emprendedor?

Claramente no. Emprender no es más que una cuestión de actitud. Todas las empresas, en las que se les permite cierta flexibilidad y confianza, fomentan que sus trabajadores emprendan. Emprender no es sino detectar una necesidad y llevar a cabo una acción que busque solucionarla de forma proactiva.

 

¿Por qué nos cuesta asumir el error?

Desde pequeños nos han enseñado que nuestras acciones están ligadas a nuestro ser. Nos han enseñado que lo que hacemos determina lo que somos y, así, asumir un error nos hace ser “peores”, nos convierte en incompetentes y la realidad es justo la opuesta. El error es el punto de partida de la creación. A más fracasos acumulemos más información productiva y valiosa obtendremos, pero tenemos tanto reparo al qué dirán…

 

¿Es correcto hablar de fracaso?

Realmente es la cultura de la resiliencia la que debemos imponer. En estos años han sido muy pocas las personas que nos hemos encontrado que tras un fracaso no han buscado los motivos, los ha analizado y se han reinventado con más fuerza si cabe. RESILIENCIA. Esa palabra que está tan de moda y que nos habla de superación, de capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas saliendo fortalecidos.

 

Y sí, en estos años hemos analizado los motivos más frecuentes por los que solo el 10% de los proyectos permanecen vivos una década después: errores comunes de financiación, confianza en socios que son amigos hasta que dejan de serlo, esperar a tener el producto o servicio perfecto para salir al mercado en vez de un MVP, enamorarte de tu idea/proyecto y no escuchar a tu público…

Pero realmente, todo esto es secundario. A la hora de tomar decisiones en nuestra vida personal o privada, por cuenta ajena o propia, todos cometemos cientos de errores a diario. Fomentemos una actitud más alineada con la resiliencia dejando de juzgarnos por el resultado de nuestros actos para empezar a juzgarnos por la voluntad de los mismos.

Involucrémonos por completo con las personas y con los proyectos que queremos llevar a cabo tratando de obtener el mejor resultado posible, analizando cada tropiezo que vivamos evitando levantarnos rápidamente, sin escucharnos, solo para comprobar si alguien nos ha visto caernos o hemos salido indemnes de qué dirán.